¿Quién es Carlos Oroza?
¿Poeta maldito, genio único, una lección de libertad?
El 7 de marzo de 1970 lo acusaron de casi cualquier cosa: un ave de rapiña, le llamaron. Envidioso. Es un analfabeto, que desayunaba, almorzaba y cenaba en el Café Gijón de Madrid. Tiene un único ídolo: él mismo. Tras esa pose de hombre anti-convencional hay una auténtica incapacidad para la lucha...
Y Carlos, exhalando el humo de su cigarro, respondía: "aprendí a leer en los letreros luminosos de la ciudad".
(English version below)
Who is Carlos Oroza?
Cursed poet, a genius, a lesson of freedom?
On March 7th, 1970, he was accused of almost everything: a bird of prey, an envious. He was an illiterate man, who had breakfast, lunch and dinner at the Cafe Gijon in Madrid. He has only one idol: himself. Behind that pose of an unconventional man lies a true inability to fight...
And Carlos, exhaling the smoke from his cigarette, responded:
"I learned to read from the neon signs of the city."
De Carlos he escuchado casi cualquier cosa: egoísta, charlatán, mendigo, envidioso, maldito, olvidado... Y al mismo tiempo: genio, poeta, tierno, cariñoso, orador, ácrata...
De alguna forma era querido y marginado por todos. Sin embargo, todos coinciden en un punto común: cuando Carlos oraba su poesía, la multitud escuchaba atenta. Nadie podía escaparse de aquella voz de ultratumba. Nadie podía olvidar después, aquella voz.
Conocí a Carlos Oroza desde que era un niño. A los 9 años apoyaba los codos sobre la mesa,
ponía la cabeza entre las palmas de mis manos y me quedaba horas escuchando.
Por aquel entonces empecé a preguntarme: ¿Quién es Carlos Oroza?
Y veinte años después, comienzo mi documental con la misma duda.
Caminando por la calle pensaba en voz alta: "¿Dónde nació realmente? Nadie sabe nada de él entre 1923 y 1960, ¿Qué pasó en ese tiempo? ¿Qué le ocurrió durante la Guerra Civil?
¿Cómo permitían que un ácrata reuniera a más de 1000 personas en el Madrid de los años 60?
¿De verdad se casó con una Osborne, con una Domecq? ¿Renunció a todo por la poesía?...
Durante mi infancia y adolescencia sólo tenía preguntas. Por supuesto Carlos no respondía a ninguna, todo esto le parecía innecesario, por eso trató de borrar todo su rastro humano de la tierra, para dejar únicamente la poesía. La palabra. El verbo oracular.
Creo que Carlos sintió algún tipo de afecto por mí. Igual le recordaba a sus noches incansables por Madrid. En una conversación de sobremesa, saqué un aparato de música y pulsé el play. Me dijo:
―¿Qué es eso que suena?
―Son los tambores y las canciones de los indios norteamericanos ―le dije―. Grabaciones de principios del siglo XX ―Carlos asintió―. El ritmo de estas canciones me recuerda a tu poesía.
Saqué uno de sus libros y recité con el "tempo" de los indios. Carlos abrió los ojos, miró a mis padres, sonrió y comenzó a marcar el ritmo con el puño.
―¡Es verdad, es cierto! ―exclamó.
Se han cumplido 100 años de su natalicio. Y con el apoyo de la Xunta de Galicia, decidí sumergirme en la escritura de un guion para un documental sobre Carlos Oroza,
el primer retrato cinematográfico del poeta maldito español.
Cada semana después de hacer una entrevista, de descubrir una nueva publicación, de llamadas diarias con la premisa "Yo también conocí a Oroza..." tenía que cambiar algo del guion, porque la información no era correcta, porque uno afirmaba lo que otro desmentía, porque Carlos nunca estuvo allí, etc...
Finalmente decidí contar una historia que fluye por varios caminos al mismo tiempo: Lo que Carlos contó, lo que contaron de él, el mito que se creó y lo que siempre trató de ocultar.
Me han preguntado si mi visión de Carlos cambió después de hacer este documental, si llegué a saber quién era en realidad.
Yo respondo:
―¿Sabéis dónde aprendió a leer Carlos Oroza? En los letreros luminosos de la ciudad”.
(English version below)
I’ve heard almost anything about Carlos: selfish, fraudster, beggar, envious, cursed poet... but at the same time: genius, poet, loving, orator, anarchist...
Somehow he was loved and marginalized by everyone. However, they all agree on a common point: when Carlos orated his poetry, the crowd listened attentively. No one could escape that voice from beyond. Nobody could forget that voice afterwards.
I knew Carlos Oroza since I was a child. At 9 years old I rested my elbows on the table,
my head between the palms of my hands and I listened to him for hours.
At that time I was already wondering: Who is Carlos Oroza?
After twenty years, my documentary begins with this same question.
Walking down the street I thought out loud: “Where was he really born? No one knows anything about him from 1923 to 1960. What happened during that time? What happened to him during the Spanish Civil War? How did they allow him to gather together more than 1000 people in Madrid, in the 60s? Did he really marry an Osborne, a Domeq? Did he give up everything for poetry?...
Throughout my childhood and adolescence I only had questions. Of course Carlos didn’t respond to anyone, all this seemed unnecessary to him, that is why he tried to erase all his human traces from earth, to leave only poetry. The word. The oracular verb.
I think Carlos felt some kind of affection for me. Maybe I reminded him of his unfinished nights in Madrid. In an after-dinner conversation, I pulled out a music player. When I pressed play,
he asked me:
― What is playing?
― Drums and songs of the North American Indians ―I answered― .
Recordings from the beginning of the 20th century ―Carlos nodded―. The rhythm of these songs reminds me of your poetry.
I took out one of his books and recited his verses with the “tempo” of the natives.
Carlos opened his eyes, looked at my parents, smiled and began to beat the rhythm with his fist.
―It’s true, it’s true! ―he exclaimed.
100 years have passed since his birth. With the support of Xunta de Galicia, I decided to immerse myself in writing a script for a documentary about Carlos Oroza, the first film portrait of the cursed spanish poet.
Every week, after doing an interview, after discovering a new publication, after daily calls with the premise “I also met Oroza...”, I had to change something in the script.
Because the information was not correct, because one affirmed what another denied, because Carlos was never there, etc...
Finally I decided to tell a story that evolves through several paths at the same time:
What Carlos told, what they told about him, the myth that was created and what was always hidden.
I’ve been asked lately if my view of Carlos changed after making this documentary,
if I came to know who he really was.
I answer:
―Do you know where Carlos Oroza learned to read? “On the neon signs of the city”.